domingo, 1 de agosto de 2010

He's everything.

Si hay algo que tengo claro en este mundo, es quién es mi mejor amigo.
Se llama Adrián, tiene dieciocho años y vive en Madrid. Estuvimos mes y pico "juntos" o algo así. Fue la primera vez que me enamoraba, y tuvimos ocho meses de relación muy extraña. Sí, he estado locamente enamorada de él. Sí, mi madre lo sabe y ahora le cae genial, por si os interesa. No, no le conozco en persona. Hace tiempo que no hablo con él, y estoy preocupada. No nos hemos llamado nunca por teléfono, ni nos hemos puesto la cam. Pero confío ciegamente en él, porque nunca me ha fallado. Por ejemplo, el día de mi cumpleaños me hizo el mejor regalo que me han hecho en mi vida. Fue el primero en felicitarme. Y claro, ¿qué tiene eso de especial? Pues que estábamos de riña esa misma tarde. Pero no dudó ni un segundo en mandarme un mensaje a las doce en punto. Grabó mi canción preferida y me la envió, consiguiendo que empezara a reírme y llorar, todo junto, como si tuviera cinco años. Por fin, después de estar un mes convenciéndome de lo bonitos que serían mis quince, consiguió que me hiciera ilusión cumplirlos. Cuando me dio mi época emo(cionalmente inestable) y depresiva (tijeras, negro, sangre, cosas desagradables), fue el que más me apoyo de todo el mundo. No me dejó hacer ninguna gilipollez, porque sino vendría personalmente a darme un gran tirón de orejas y a echarme la bronca.
Lo que sé de él, es poco. Sé que adora la música, pero que no puede dormirse escuchando su reproductor porque se sabe las canciones y acaba desvelado tarareándolas por lo bajo. Sé que la radio por las noches, tampoco le gusta. Y que adora la lluvia, como yo. No le gustan los paraguas, y prefiere mojarse. Siempre y cuando eso no tenga nada que ver con salir a buscar al perro del vecino cuando se escapa, que siempre se lo encasquetan a él. Sé que le encantan las fiestas, y que cuando está... contentillo, me habla de Peter Pan. Sé que fuma, y sé que sabe que lo odio enormemente. Sé que tiene un gato realmente grande blanco con manchas negras. Sé pocas cosas, pero me sobran para saber que es el mejor amigo que podría tener. Y que pase lo que pase, cuenta conmigo.
Mi madre tiene una esperanza muy extraña con él. Cree que podrá convencerme para estudiar medicina, y considera que este gran idiota (al que amo con locura) es una muy buena influencia para mi. Eso sí, le quiere un montón (a su manera, claro está) y me pregunta por él de la misma forma que me pregunta cómo me ha ido el día en clase.

¿Y sabeis qué? Le echo de menos.
Que me cuente su vida, y poder contarle la mía. Que me anime cuando estoy mal, y que me de la oportunidad de hacer lo propio con él. Que ríamos al recordar los cerebros durmientes, y demás paridas que se nos ocurrían hace un año.
Y le echo de menos porque le quiero. Y porque sé que aunque diga que si viene sólo va a ver a mi gata y a mi madre, también me quiere un poquito.
Por eso, y porque nuestro siempre es especial.
Es de los que nunca se agotan.

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