domingo, 11 de abril de 2010

¡También de ti me burlaré!

El tío era rarito, no voy a negarlo. Pero era un ratito que... no sé, me despertaba cierta curiosidad. Esos celos infundados, esos ojos claros ocultos tras las gafas de sol en todas las fotos, esa forma de evadir preguntas personales y salirse por la tangente...
Había vivido mil y una cosas con él, y la verdad era que no le conocía en absoluto. Creí hacerlo en un determinado momento, hace ya bastante tiempo. Pero según iban siguiendo su curso las cosas me dí cuenta de que no, que nadie llegaría nunca a conocerle. Era demasiado... No sé, demasiado especial como para controlarle, para enjaularle, para conocerle.
Era, lo que suele decirse, un alma libre. Dicho me hacía gracia. Sonaba tan... absurdo, falto de sentido que rozaba la irrealidad. Pero lo cierto era que es eso. Exactamente eso, un alma libre. Curioso.
Libre, pero había estado atado durante meses. O al menos eso creo. Y había sido yo quién le había atado durante ocho larguísimos meses, cuando un simple juego se fue tornando en algo un poco más serio.
Después de conseguir eso, todo el mundo consideraría que yo debería conocerle, ¿no? No se cambia a una persona (aunque sea temporalmente) y tras el proceso estás como al principio, o incluso peor. Pero eso me había pasado con él.
Qué sé yo... Tal vez era el nombre. O mejor dicho... el apellido.
Ese "Mazapán"... Era como ese hombrecito del cuento. ¿Lo habéis leído alguna vez?
Ese que decía...
"Corred, corred sin parar, soy el hombre de mazapán y no me vais a alcanzar".
Poseía su arrogancia. Su descaro. Su narcisismo. Y, sobre todo, la capacidad de hacer creer a los demás que nunca iban a poder cogerle. Que nunca iban a poder atraparle por mucho tiempo. Era él, un simple muñequito el que amagaba todos los movimientos de captura, dejando tras de sí a un grupo de personas (generalmente chicas) boquiabiertas e incrédulas, que no se explicaban cómo podían haber caído en su juego.
Pero yo le había visto venir. Esto no es altanería. Es realismo, creo que lo llaman así. Siempre me había gustado la historia del hombrecito de mazapán, y me conocía muy bien el final. Hacía tiempo que conocía su juego, y seguía jugando. No sé si porque también me va la marcha, por puro aburrimiento o por no tener otra cosa mejor que hacer.
Pero bueno, a todos los juegos se les termina el momento, ¿no? A unos la batería, a otros las pilas, otros se rompen y otros, simplemente, pasan de moda. Esto último le paso a nuestro hombrecito. Que pasó de moda y terminó por bajar la guardia.
Y entonces, supe que había llegado el final del cuento. Se había acabado el tiempo para el hombrecito de mazapán.
Entonces llegó la zorra, la que consigue hincarle el diente.

Y desde entonces... el hombrecito de mazapán no volvió a decir una sola palabra.

1 comentario:

  1. Son... tantas cosas, que no se pueden decir. Simplemente, el hombre de Mazapán, nunca podrá ser cogido, nunca podrá ser de nadie, ni siquiera de esa zorra que le hincó el diente, porque, aún en silencio, sige siendo arrogante y huidizo.
    Te quiero pequeñaja

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